lunes, 19 de julio de 2010

La gruta de los Amantes

















Parte obra de la naturaleza, parte obra del hombre, está situada en una región remota y montañosa de Cornualles, a la que se llega después de una penosa jornada de viaje por caminos intransitables.
La gruta de los Amantes es redonda, tallada en roca blanda, lisa y nívea, iluminada por la luz que dejan filtrar tres pequeñas aberturas en lo alto de las paredes.
El techo, muy alto y abovedado, ha sido transformado en una cúpula con dovelas. En su piedra angular el viajero hallará una corona de oro adornada con gemas.
El suelo de la gruta es de un mármol tan verde como la hierba. En el medio se alza un lecho tallado en cristal de roca. Una inscripción dice que la gruta está consagrada a la diosa del amor.
La puerta es de bronce, asegurada con dos grandes traviesas, una de cedro y otra de marfil, y sólo se abre por dentro.
La gruta es redonda para simbolizar la sencillez del amor; no hay rincones para que no puedan acechar la insidia o la traición. La anchura significa el poder del amor; la altura es la aspiración del amor a la virtud, simbolizada por la piedra angular. Las paredes blancas y el suelo verde representan respectivamente la integridad y la confianza, y la traslucidez del lecho de cristal significa la claridad del amor. La puerta no se puede abrir desde fuera porque el auténtico amor sabe que nadie debe forzar la puerta del amor. Y, por último, las tres ventanas simbolizan las virtudes del amante: bondad, humildad y delicadeza.
Dos de los visitantes más célebres de la gruta fueron Tristán e Isolda, que vivieron allí después de que los celos de Marcos, el marido de Isolda, los forzara a huir de la corte al reino de Cornualles.

Fuente: Breve guía de lugares imaginarios,
de Alberto Manguel y Gianni Guadalupi

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